lunes, 29 de noviembre de 2010

Pensamientos de un ateo moribundo


Unos ojos brillantes, una nariz achatada y rechoncha, unas orejas diminutas y una sonrisa juvenil reluciente por la pureza de los dientes de leche, hacen que la imagen mia que llega del pasado haya creado en mi cierta sensación de añoranza. Esa cálida sonrisa hace que me pregunte: ¿ Que haría tanta gracia a aquella figura tan pura?¿ la promesa de un regalo sorpresa al acabar el día?¿La cercanía de unas navidades?. Son tantas cosas posibles, y ninguna hoy en día me haría sentir lo que probablemente sentí en aquel momento.

Y es que aquel niño inocente falleció, dejando paso a un saco de hormonas y sentimientos que no sirven para nada en este manicomio redondo que llamamos mundo. Aquel niño conoció al mundo, un mundo en el que se confunde habitualmente el progreso con la destrucción, el amor con el sexo fácil y la defensa propia con la violencia en respuesta.

La escuela de la vida le quitó todo lo que sabía al nacer, le quitó la ternura, el amor, la idea del perdón incondicional. Sus sueños se convirtieron en meros recuerdos lejanos, su voluntad se vio alterada por la sociedad de masas en las que no existe "él", solo existen "ellos. Aquella sonrisa desapareció, dejando un rostro artificial y aquellos ojos brillantes se convirtieron en simples receptores de la tosca imagen que le envía este mundo.

Por mucho que trabaje por lo contrario, este niño seguirá amargándose la existencia hasta el día en el que su corazón cese de latir. Como no cree en mundos más allá de la muerte, no tiene el consuelo de tantos que creen en el perdón de los pecados,no le quedará mas remedio que admitir que su existencia fue tan inútil como fugaz. Le hubiese gustado haber echo mas cosas, pero el mundo se lo impidió.

Aquel niño no pensaba en estas cosas...... era feliz, y desapareció.