lunes, 29 de agosto de 2011

Retablos de oro



Pasadas las jornadas mundiales de la juventud y con Madrid tan vacío como cualquier Agosto, puede asomar la cabeza este soldado atrincherado entre los escombros que han dejado los peregrinos. Han sido cinco duros días a los que tenemos asumida la muerte sin salvación, pero bueno en parte no ha estado mal la compañía de gente de todo el mundo, siempre y cuando no fuese en un vagón de metro y cantando sus respectivos himnos nacionales mientras las ventanas se empañaban de tanto sudor bautismal. Pero, en fin, no tengo nada de lo que pueda quejarme, a parte de lo ya comentado antes pero que al fin y al cabo no supera a pasar una noche en Salou o Ibiza.

Simplemente profundizar en la labor de la iglesia hoy en día, el increíble negocio que se ha hecho sobre este gran evento es repulsivo. A Dios parece que hoy en día lo patrocina Coca-cola, Burger King o el Corte Inglés, que Jesús transformó el agua en fanta de naranja y que Ronald McDonalds bautizó a Cristo en el río Jordán.

Pero no se a quién buscan representar esta gentuza que en nombre de lo mejor de la gente, intentan recaudar la mayor cantidad de bienes posible. Y es que parece que en la iglesia de los pobres hoy se cena en los mejores restaurantes de Madrid, que en la iglesia de los desamparados el oro recubre sus retablos y sus vírgenes. Todo bajo una fachada de bondad y de buenas acciones que intentan compensar errores pasados, véase el apoyo a las dictaduras fascistas, la inquisición o las cruzadas.

"Quiten esto de aquí, no hagan de la casa de mi padre una casa de mercado". Parece que eso fue ya el eco apagado de un pobre iluso con barbas cuando entras y miras a ese pobre carpintero envuelto en joyas. Cuando hasta hace poco liberaban a la gente de sus pecados con sus bulas o utilizan dinero público para aumentar todavía más su capital.

Y no busco juzgar las creencias de la gente, pero quiero que piensen si esto es lo que creen que su Dios considera bueno, que no se dejen engañar por aquellos que les representan y que lleven su fe por dentro, sin necesidad de que vengan a uno a alquilársela.