miércoles, 26 de octubre de 2011

Vida más allá de otra vida





La repentina caída de una estrella hace que despierte en su cama, en su casa, en su barrio, en su otro mundo.

Toma una tostada untada en queso fidadelfia y miel antes de empezar a filosofar en la ducha. Analiza los postulados de la mecánica cuántica mientras sacude manotazos al chorro de agua para matar gotas, ya que nunca le gustó que llegasen al suelo y se saliesen con la suya. Al salir, ya no se preocupa por secarse el pelo y alisarselo, porque siempre le había gustado el pelo largo secado por el aire.

En su pupitre, examina el techo de la clase para averiguar si los chicles que hay pegados forman alguna figura, cuando descubre al final a la boca de la giocconda, el timbre la lleva a la calle para bajar sola. Hace ya tiempo que no habla con nadie (de no ser por que pasan lista en clase, no se hubiese molestado en aprenderse nombres estúpidos) el negro nunca le sentó bien según decían, por lo que su vida transcurría como un alegre funeral, y es que ella sabía que las calaveras siempre sonríen.

Llega a casa y llama a Roxas. El gato acude obedientemente para salir con la bici al cerro. Allí se fuma su cena bajo los ojos de la puesta de sol, que observa como discute con su mascota sobre la felicidad individual de las personas entendida como el pertenecer a un determinado grupo social. Roxas opina que hoy en día es dificil caer en el delirio de la simpleza, pero ella no esta de acuerdo, ella piensa que los gatos en el mundo de los demás no hablan, pero en el suyo sí y con eso ella es feliz, porque no tiene que esperar siempre la misma respuesta de los gatos.

Se pone el pijama y decide despertar en su otro mundo, donde la soleada mañana de una bombilla puede ser el mas bonito de los amaneceres, donde volar no representa un posible suicido o donde el cielo adquiere ese tono psicodélico de gasolina sobre la superficie del mar.