lunes, 11 de julio de 2011

Love


Perdida en su cuerpo, anda la persona de aquel que algún día fue alguien, que antaño actuaba, sentía, respiraba y soñaba por su propio ser. Porque ya no existe luz sin sombra, ni mundo sin nada. Se empeñan en no ver mas flor que el narciso de delante, ni más agujero que el ano de Cupido, pues todo lo que puede salir de ahí es un empalagoso excremento sabor mermelada.

El miedo a perder una vida que ya perdieron les hace volcarse en satisfacer el odio que se procesan hasta límites de peloteo. La soledad que se sufrirá al final del túnel se ve compensada con una vida de caricias, pero no saben que por sobar demasiado la misma rosa se marchitó antes.

Y es que lo llaman amor, pero ya no es más que el engaño a la soledad, la locura de la razón, una soga al sueño adolescente y de la juventud.

Pues este desvarío se publicita desde que apenas contamos unos años con los dedos de la mano. En películas y en televisión se observan príncipes azules que no bajan de la ingeniería aeronáutica y del millar de flexiones diarias y princesas que de milímetros entre hueso y piel demuestran la falta de inteligencia del hecho de tomar manzanas de desconocidos, en ambos casos contamos que evidentemente no hay persona si no hay una alagadora cuenta bancaria detrás de ella.

Y aquí andamos en un mundo de zombies emparejados según los litros de botox y silicona que compongan sus demacrados cuerpos, sin ojos para verse en el espejo, sin oídos para escuchar su alma en pena y sin olfato para oler su propio estado de putrefacción.

Y en esto se basa hoy en día el amor, en los negocios, en la necesidad de las personas por ser admiradas por su físico, en el miedo a la vejez solitaria. Pues Cupido se ahoga entre fajos de billetes y almas errantes. Entre nubes de corazones no se puede ver el sentido de procreación y gozo de la vida que reside en el sexo.

Y es que lo llaman amor, cuando ponen delito a su encarcelamiento.

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