sábado, 9 de julio de 2011

A Escasos Centímetros

Me pellizco, pero no despierto, cierro los ojos, pero no me duermo. Son las diez y cuarto, o al menos eso era cuando me tiré del puente hace unas horas. Estoy suspendido a escasos centímetros del agua con una roca atada al pie y todo se ha parado, ya no siento el aire ni oigo el sonido del río, enmudecieron las cigarras y los coches ya no pasan por el puente. A pesar de este repentino fallo temporal, mi corazón late despacio, como cuando salté, seguro de lo que en ese momento estaba haciendo.

"¿Qué ha pasado?, ¿Por qué no acabo de una vez con esto?, señor déjame acabar con mi sufrimiento que ya pocos latidos quedan para que mi alma atormentada descanse contigo" Pero por más que rece el tiempo no se mueve y delante de mi sigue el mismo inocente pez petrificado. A mi derecha se encuentran las lágrimas de mi familia que todavía se encuentra arriba. Sin embargo me asombra descubrir algo en el reflejo del agua: mi familia no está arriba, sino suspendidos en el aire detrás de mi.

"¡Yo no quería esto!, ¡Yo quería que siguiesen con su vida!, joder... que he hecho..." Mis lágrimas salen, pero no caen, se quedan recordándome lo trágico que iban a ser mis últimos segundos con vida.

Pero de pronto se empiezan a meter, el agua vuelve a las montañas, los peces nadan marcha atrás y yo me empiezo a elevar, junto con las lágrimas de mi familia. El mundo empieza a rebobinarse cada vez más rápido, me meto en el coche y persigo marcha atrás a mi familia que va en el de mi madre. Llegamos a Madrid en pocos segundo y cada uno vuelve a su puesto en la cena. Mis padres con mi hermana en el salón y yo en el baño poniéndome hasta arriba de coca. Ahora todo vuelve a la normalidad, pero ya no discutiré con mis padres porque me han visto unos polvos en la nariz, ya no volveré a pegar a mi hermana por defenderles, ya no cogeré el coche de mi padre y , sobretodo, hoy ya no saltaré.

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